Creo que tardamos unas dos horas en llegar a Amman, todo el camino un verdadero desierto, con excepción de alguna gasolinera no había más que piedras y arena. En Amman, nos cogimos un taxi hasta un hostal del cual Diego había cogido la tarjeta en Petra. Tengo que reconocer que la organización del viaje la está llevando Diego. Yo generalmente voy detrás.
El hostal era un poco más de lo mismo, un sitio barato tirando a cutre con mayoría de anglófonos.
Después de dejar las cosas nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad e intentar comer algo. En el camino vimos un puesto de pañuelos. Nos acabamos comprando un pañuelo jordano (rojo) y uno palestino (negro) para mi y una bufanda (también palestina) para Diego.
La cena la hicimos en un sitio un poco peculiar. El establecimiento tenía pinta de cadena de comida rápida, pero la comida no estaba mal. En el restaurante, por supuesto, todo hombres, no había ni una sola mujer.
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