Sobre las once, como habíamos acordado nos vino a buscar una furgoneta de unas diez personas. No había apenas maletero así que nuestras mochilas tuvieron que ir en otra furgoneta. Al cabo de una hora de viaje aproximadamente llegamos al monasterio de Santa Catalina que está al pie de la montaña. Eso era una auténtica romería, estaba todo completamente lleno de autobuses de turistas. No acabo de entender el motivo , pero cada grupo de turistas de entre diez y quince personas llevaba un guía. Perderse al subir la montaña era completamente imposible. Era un desfile de gente en continuo, solo tenías que seguir al de delante. La tarea más difícil del guía era la de mantener a su rebaño unido y que no se mezclase con otras ovejas.
Nuestro guía no hablaba nada de inglés. Antes de salir, alguien nos indicó que le siguiésemos y que cuando él dijese “BISHBISH” nos teníamos que juntar todos a su alrededor. Entre BISHBISH y BISHBISH y muchas paradas para esperar a gente del grupo que iba más retrasado fuimos subiendo la montaña. La verdad es que el guía más que una ayuda resultó ser un auténtico coñazo. Cuando querías hacer una foto teníais que correr para buscarle y cuando no, te paraba para esperar a las japonesas.
Por el camino no había más que puestos de refrescos y árabes ofreciéndote llevarte en camello. Todo preparado para el turista ¡!!
Creo que llegamos a la cima sobre las tres o cuatro de la mañana. Allí hacía un frío de la leche, había gente ofreciéndote alquilar mantas, pero nosotros como buenos tacaños que somos por supuesto que rechazamos todos los ofrecimientos. Nos acomodamos sobre una roca que miraba hacia el Este y allí nos quedamos dormidos totalmente rodeados de gente mientras esperábamos el amanecer. La cantidad de gente que había en la cima de la montaña era realmente impresionante.
Resultaba realmente curiosa la forma en la que la gente vivía ese momento, especialmente los turistas religiosos rusos. La verdad es que estando convencido de que ese ni siquiera era el monte de Moisés, resultan un poco ridículas esas manifestaciones de fe.
Una vez que dimos por terminado el amanecer volvimos a buscar a nuestro guía BISHBISH. Nuestra idea era empezar a bajar antes de que lo hiciese el aforo completo del campo de fútbol que había allí arriba. Por el contrario, un par de francesas de nuestro grupo a las que no tardé en coger manía, parecieron optar por bajar las últimas de todo el mundo. En otras condiciones no me hubiese importado tanto, pero a las cinco de la mañana sin haber dormido, yo ya estaba empezando a quedarme dormido de pié. Al cabo de unos treinta minutos o una hora aparecieron todas contentas las muy….. y empezamos a bajar la montaña en fila india por unas escaleras que al parecer decidió hacer un monje por penitencia. Cada cinco minutos alguien decidía pararse a hacer una foto y nuestro amigo Bishbish paraba a esperarle. A todo esto yo haciendo verdaderos esfuerzos por no quedarme dormido de pie. Entre paradita y paradita bajando detrás de todos los feligreses rosos llegamos abajo sobre las ocho y media de la mañana. A partir de las nueve se podría visitar el monasterio. Ya un poco hasta las narices de todo decidimos ir a buscar la furgoneta que nos sacaría de allí.
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